El libro de imágenes se torna refugio y espacio de reunión. Provoca la compañía entre cuerpos de diversas especies: humanos y vegetales. Entramados entre hojas, conforman diálogos, códigos y gestos.

Como dice Úrsula Le Guin, la recolección es la actividad principal en la elaboración de los relatos. En una recolección de saberes y lenguas, la fotografía y la literatura se conjugan en una misma embarcación: conforman un dispositivo poético y político, de transmisión de historias, para entablar nuevas redes de parentesco.

Si la foto es luz y escritura, también es oscuridad y oralidad. Los libros ocupan espacio y tiempo, tienen cuerpo y memoria. A partir de la práctica editorial, científica y fotográfica de la botánica Anna Atkins, precursora del medio en el siglo xix, se despliega un abanico de exploración y elaboración de mundos.

Gracias a la foto y el libro se puede ver lo que está y lo que no está, en una recolección blanda, abierta e inacabada. Infinita. La presencia de una ausencia y un archivo de posibles.