¿Por que en tu segunda publicación tomaste la decisión de hacer pocos ejemplares, teniendo como antecedente tu primer libro Que queda después, el cual tuvo muy buena recepción y se agotó? ¿Por qué decidiste hacerlo más casero y económico? ¿Te lo exigía el libro? ¿Qué diferencias encontrás en tus dos procesos?
La segunda publicación se llama ‘Quizás las fotos son una maldición y no debería fotografiar en nombre del amor’ y creo que simplemente… me atravesó. En cambio, el primer libro fue un desarrollo mucho más largo en cuanto a por donde circuló el proyecto antes de ser un libro. Circuló por talleres, revisiones de portfolio, proyecciones, una muestra grupal. Se movió de formas más abiertas y tuvo otra pequeña vida antes de ser un libro. Yo siempre supe que quería hacer un libro. Todo ese proceso tuvo muchos pasos previos de pensamientos, porque tenía otros tiempos, no era un proyecto de carácter urgente.
Para mí imprimir es una práctica artística en sí.
Algunas personas cuando les rompen el corazón hacen una canción, una película, una pintura… bueno, elegí hacer un libro rápido y urgente sobre ese momento.
Creo que está bueno pensar un libro como una práctica y no como un desarrollo de producto. Las decisiones, donde encuadernar, donde imprimir, cómo editar, con quienes trabajar. Terminé aprendiendo a encuadernar con una amiga que vive en Remedios de Escalada, así que cada vez que tenía que armar libros tomaba dos trenes y dos subtes para llegar. Esos viajes fueron parte del proyecto, del proceso y de la práctica.
El segundo libro lo empecé a pensar en marzo, se empezó a trabajar en abril y lo publiqué en junio. Lo imprimí en digital, no en offset, porque no tenía esa cantidad de plata y también porque no creo que sea un proyecto que necesite tanto dinero. Me interesaba que no me costara tanto, ni de hacer ni vender. Es raro, siento que después de hacer una pieza profesional y muy bien hecha, es fácil pensar “Mi siguiente proyecto tiene que ser mejor o igual de bueno, o ser más grande y más zarpado y con más plata y que me lo imprima una editorial”. El cerebro entra en lugares raros cuando percibís al mercado artístico. No soy inmune a pensar todo eso y a juzgarme con pensamientos como “uy, ahora tengo que mejorar y tengo que hacer algo más grande y la tengo que romper, porque si no va a quedar como que mi segundo libro es una mierda o que bajó el presupuesto comparado con el primero” y la verdad es que sí pasó ese momento de inseguridad. Pero después por suerte me di cuenta de que todo lo que elegí para la segunda publicación había sido una decisión consciente al cien por ciento.
Habiendo ya autopublicado dos libros, ¿es esa la manera en la que te gusta hacer circular tu trabajo? ¿O es por la falta de una editorial a la hora de pensar en hacer circular tu trabajo?
Mi primer libro lo hice con veinticinco años y estaba empezando a moverme en un ambiente. Desconocía el mundo de las editoriales o saber cómo funcionan. Iba a ferias, pero con los proyectos de mis amigxs independientes y autogestionadxs en editoriales de una sola persona con una impresora en su casa. No tenía ni idea de cómo era publicar a gran escala o si existía la posibilidad de acercarse a una editorial y plantear un proyecto. No sabía que era una opción que alguien quisiera imprimirlo. Creo que me hubiera encantado trabajar con un equipo armado, con roles definidos, o que alguien más ponga plata. El equipo de Qué queda después lo armé yo, con Mateo Barbuzzi como diseñador y otros roles -por ejemplo, gestionar compras de papeles con imprentas- fuimos nosotrxs dos solxs y estuvo buenísimo.
Para el tercer libro sí estoy trabajando con una editorial: metaninfas. Es gracioso, porque se parece a tu pregunta: cuando surgió la idea de publicar mi próximo proyecto con ellas, Lore Fernández me dijo “no sabía si querrías porque pensé que solo te autopublicabas”. Trabajar en equipo editorial va a ser un desafío que tengo muchas ganas de experimentar, y confío mucho en metaninfas para ese proceso. Que hayan publicado Las que vencen de Jose Nico, un proyecto con el que tenemos parentesco, me hizo desear mi siguiente libro allí.
El plan A siempre es hacer libros por mi cuenta. Me da timidez salir a buscar interés de una editorial, y también me da bronca que algunas cosas dependan tanto del dinero con el que uno cuenta de base. Por eso autopublicarse como gesto político me atraviesa, porque es una gestión más acompañante, donde una preventa significa que el apoyo de otrxs posibilita la materialización del proyecto. Eso me parece hermoso y verdaderamente colectivo.
¿Por qué insistir en el papel en este contexto? ¿Por qué seguir insistiendo en el libro como formato de salida para tu obra?
Hoy en día tengo ganas de contar historias, emociones, lo que veo y lo que me conmovió. El libro me permite ese control narrativo, al menos el tipo de libros que estoy haciendo yo, que tienen una estructura clásica en la que su lector/observador entra y sale de la propuesta a través de las páginas. Una emotividad de principio a fin. Pero también insisto porque soy una boluda, una romántica. Sigo sacando fotos en película por el mismo motivo. Creo que si encontrás algo que te hace bien, en este mundo cada día más difícil, está bueno quedarse un poco ahí.
Hacer un libro a mí me hace bien.
Me gustan los objetos cálidos y un libro es algo que podés llevar en un bolso durante el día, que vive en una casa. Lo siento cercano y suave, en esta época de full scrolleo digital. Darle a un proyecto que tiene tanto esfuerzo y trabajo un tiempo de contemplación más largo. Es un gesto político grande, una decisión con peso y hay lugar para todxs en el mundo del libro. Eso me gusta mucho, nutre mi curiosidad y mis ganas de formarme, aprender y seguir avanzando.
¿Qué sentís cuando pensás que tus libros van a existir para siempre?
Me quema un poco la cabeza esa huella. Hago lo que hago por impulso, por el amor a hacerlo, porque hay algo más grande que me mueve y algunas veces no tuve la claridad de pensar “esto va a ser para siempre”. Debe ser el mismo motivo por el cual tengo tatuajes feos de hace muchos años atrás, ese no pensar en el futuro, que fue muy parte de mi adolescencia y primera adultez. En el último tiempo, tomé conciencia al pensar si un proyecto necesita equis cantidad de papel o equis tipo de tinta. Empecé a pensar en imprimir de otras formas, más sustentables… a considerar si es posible que el papel eventualmente desaparezca del todo, que sea compostable… Hay un circuito de personas que están pensando publicaciones sustentables, pero no sé si en Argentina estamos en ese momento. Es importantísimo, porque publicar es tremendamente contaminante. Acá estamos completamente precarizadxs, buscando el papel más simple que no se importa más pero el nacional está agotado y el cartón subió por la corrida cambiaria y el presupuesto dura cuarenta y ocho horas y así. Quizás en otro momento, cuando se defina el panorama político (¿existirá eso?), sea más fácil abrir las opciones. Si no, tendremos que rebuscárnosla, como siempre.
¿Cómo ves los modos de publicación y financiamiento actuales en comparación a tu primer libro?
Entre ambos libros hubo cambios en la financiación. En el primero, apliqué a mil fondos, tuve algunas promesas de interés que quedaron en nada y finalmente aparté dinero de algunos trabajos solo para la materialización del libro. Con esa plata hice los primeros dos pasos, que fueron los honorarios de diseño y la compra de papel para quinientos ejemplares. Luego más plata para el adelanto en la imprenta y finalmente una preventa para terminar de pagar la impresión. Salió súper bien.
Para el segundo libro ni consideré aplicar a nada o hacer una preventa larga, realmente quería vomitarlo y sacarlo al mundo. Pero solo tenía plata para pagar la maquetación y tener el archivo imprimible listo. Entonces usé un fondito privado: le pedí plata prestada a una amiga para pagar la impresión. Prometí devolverlo en una semana. Luego lo lancé con preventa corta, que funcionó para terminar de pagar los costos de encuadernación y otras cosas. Con preventa corta y larga me refiero a los tiempos de agite, de comunicación, de estrategia. Autopublicarse es poner un kiosquito también, usar las redes para vender, comunicar y planear. Pero nunca sabés qué va a pasar, dependiendo tanto de las redes y su algoritmo. A veces puede ser mucho like y pocas nueces. Por miedo e inseguridad total hice pocos libros de este proyecto, dos tiradas de 50 ejemplares. Se vendieron los 100 el mismo día en el que lo lancé, lo cual me parece tremendo para el contexto económico que estamos viviendo. Estoy súper sorprendida con este interés, y agradecida para siempre porque esos libros existen por ese feedback. Espero poder seguir haciendo libros con más y mejores herramientas, con más personas, más colaboraciones. Es un camino que recién empieza para mí, y hasta ahora, viene siendo muy satisfactorio.